Parece mentira que con un 4 - 0 a favor existieran tantas esperanzas en la épica, y quizá ese optimismo desbordado y la buena respuesta de la afición fueran los primeros en empezar esa remontada.
El planteamiento de Unai fue el esperado tras el 3 - 4 - 3 que venía practicando Luis Enrique últimamente. Confió en la velocidad punzante de Draxler y Moura, para servir balones al killer Cavani, sabedor que tarde o temprano encontraría huecos en esa defensa de 3, especialmente en la espalda de Mascherano.
Pero el gol en el minuto 2 fue el trailer de la película que se avecinaba. El miedo de Trapp a salir, las dudas de la defensa, especialmente de Thiago Silva, un jugador que padece un pánico escénico impropio de un futbolista de élite, y menos del capitán del PSG y la selección brasileña. Poco a poco, el PSG se rehizo y plantó cara, respondiendo así a la lógica de un partido entre dos gigantes. Poco entiende el fútbol de lógica (y por eso es maravilloso) y cuando menos lo buscó, llegó un gol en propia tras una genialidad de Iniesta. La suerte, siempre tiene su papel en las grandes noches. La primera parte dejaba la puerta entreabierta a lo imposible, y Messi la derribó con su gol de penalti. Parecía cuestión de tiempo que cayera el cuarto, pero, la pizarra de Emery y la puntería de Cavani enmudecieron el Camp Nou y aniquilaron cualquier atisbo de remontada. Se confió el PSG (dudo que Emery estuviera tranquilo) y el empuje del Camp Nou regresó, pero sin dar esa sensación de que era posible. El equipo galo tuvo varias ocasiones para sentenciar la eliminatoria pero Ter Stegen demostró (una vez más) que es ahora mismo el mejor portero del planeta.
Agonizaba el partido, y en el 88' Neymar, tras una falta magistralmente lanzada, animaba a un segundo intento de remontada. Quedaban dos más el añadido, y los temblores afloraron en las piernas del PSG. La ayuda arbitral tras el piscinazo de Suárez tampoco se puede negar, otro factor que tuvo el Barça a favor en la noche de ayer. Lo convirtió Neymar, a falta de tres minutos y se vino arriba el equipo catalán alentado por su estadio. El PSG, lejos de intentar frenar por lo civil o por lo criminal el vendaval que se le venía encima, se achantó todavía más y el tanto de Sergi Roberto consumó la épica.
¿Explicaciones? El Barça tenía tanto que ganar y nada que perder. El PSG ya lo tenía hecho, pero tenia tantísimo que perder. Los jugadores del equipo parisino se comportaron como noveles, intranquilos en todo momento y sin ser capaces de frenar en ningún aspecto el tsunami azulgrana. Emery planteó un buen once pero fueron sus jugadores los que se achantaron mientras él se desgañitaba en la banda. El gol del PSG salió de su pizarra, las ocasiones que salvó Ter Stegen, de unos huecos creados por su esquema, y sus cambios, los lógicos, El Barça lo tuvo todo a su favor, el factor campo y una afición que creyó, un gol en propia, un penalti regalado, un portero inspirado, grandes futbolistas y fe, sobre todo mucha fe. El cóctel de todos estos ingredientes significó la dulce y la
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