Hoy, 20 de junio, se cumplen 4 décadas del penalti más
famoso de la historia del fútbol, el que lanzó Panenka en la final de la
Eurocopa de 1976.
Muy pocas personas tienen el honor de plasmar su nombre en
el fútbol. Antonin Panenka lo hizo con el penalti más precioso de la historia,
y su recompensa ha sido la de que este tipo de penas máximas estén firmadas con
su apellido.
Venía Alemania como una apisonadora, vigente campeona
europea y mundial. Solo
faltaba vencer a Checoeslovaquia para lograr la inédita serie de Eurocopa –
Mundial – Eurocopa, que lograría España varios años después. El partido acabó
con 2-2, así que se iba a decidir en la tanda de penaltis.
Antonin Panenka, un central con unos kilos de más, pidió
conscientemente lanzar el quinto, que podía ser definitivo. Y lo fue. Bajo
palos, Sepp Maier, uno de los mejores porteros de la época. Mucha carrera y
determinación, potencia corporal, amago de fuerte disparo y de repente… El
tiempo se detuvo. Un balón magistralmente picado surcó por los aires de
Belgrado, y besó suavemente las redes para coronar a Checoeslovaquia como
campeona, arrebatándole ese título a la misma selección germana. Lo celebró
enloquecido, a la vez que aliviado. “Qué par de huevos que tengo, joder”, debía
pensar en esos momentos.
Declaró que el penalti no lo lanzó así para faltar al
respeto ni para hacerse famoso, sino que era la forma más segura de marcar, ya
que los porteros solían vencerse hacia un lado, y aunque tuvieran buenos
reflejos, la sutileza del lanzamiento impediría que lo pararan. 40 años después
su penalti ha sido miles de veces imitados, desde categorías inferiores hasta
en el fútbol profesional. Ramos y Pirlo en Eurocopa, Zidane en la final del
Mundial ante el mismísimo Buffon, Messi, Ibra… Muchos genios del fútbol que han
rendido homenaje a un Panenka siempre sorprendido por la repercusión de su
penalti.
Gracias Antonin, por ese magnífico chut, por tener el valor
de lanzarlo así en ese crucial momento, por recordarnos la belleza del fútbol,
por tu humildad, y por hacerlo sin ningún afán de ofender. Gracias por
recordarnos constantemente que de un simple penalti se puede extraer una
auténtica obra de arte.
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