jueves, 7 de mayo de 2015

El suicidio de Pep

Guardiola llegó a un Barça como un entrenador transitorio y cuajó las mejores temporadas de la historia del club culé, revolucionándolo todo, desde la cantera hasta el primer equipo. Consiguió múltiples títulos y deslumbró al mundo entero con su juego. Dejó en el FC Barcelona una huella imborrable y se marchó por la puerta grande.

El azar cruzó a su actual equipo, el Bayern, con el equipo de su vida y ayer era el día en el que Pep volvía a casa. Partido muy complicado y sobre todo muy importante. Luis Enrique, en los últimos meses ha conseguido que el club catalán recupere ese juego tan letal y tan parecido al del Barça de Pep, con una presión intensa y recuperación de balón inmediata, con un portero que es un jugador más y con un factor diferencial llamado Leo Messi. El astro argentino dejó claro que está por encima del resto de los mortales y su magia volvió a decidir el partido.



Pep ha impuesto su filosofía en el equipo bávaro y también ha triunfado en Alemania. Pero nadie sabía qué iba a pasar cuando se enfrentaran dos equipos tan parecidos. La primera media hora fue absolutamente trepidante, y no hubieron goles porque Neuer no lo quiso y porque Lewandowski perdonó una acción clarísima de gol. El juego estaba a una velocidad vertiginosa, todo al primer toque y con una incansable presión por parte de ambos equipos. La permisividad del árbitro a la hora de dejar jugar permitió que las transiciones de portería a portería fueran vertiginosas. En la primera parte el Barça mereció más pero no fue capaz de perforar la portería de un inspiradísimo Neuer.

En la reanudación del encuentro, el Bayern salió mejor y el Barça parecía más cansado pagando el esfuerzo de la primera mitad, pero el equipo alemán no sabía finalizar las jugadas. No lanzó ni un tiro a puerta en todo el partido. Lewandowski estuvo muy peleón, pero no era su día y la defensa del Barça le estuvo muy encima, conocedora del peligro del polaco. El Barça poco a poco se fue rehaciendo y de nuevo atacó hacia la portería contraria, sin recompensa alguna. Hasta que apareció él. Apareció Leo. Apareció el mago. Letal y sin piedad, reventó un balón que había recuperado Alves, hacia el fondo de la red.



Pero eso no fue todo. Solo un par de minutos después, otro ex-sevillista, Rakitic, le envió un gran balón, Messi se deshizo con una facilidad pasmosa de Boateng, que quedó tendido en el suelo buscando el balón y definió  con mucha sutileza ante Neuer, con la derecha, con su "pierna mala" dejando al Camp Nou boquiabierto y al mundo del fútbol aplaudiendo. Para poner la guinda al pastel, asistió perfectamente a Neymar en el tercer gol para dejar la eliminatoria casi sentenciada.

Pep tiene mucha culpa del partido ayer. Intentó anular de todas formas la participación de Busquets en el juego, ahogó la salida de balón del Barça desde Ter Stegen pero no fue capaz de parar a Messi. En rueda de prensa ya auguró que si Messi estaba bien era imparable, y tenía toda la razón. Él fue quien liberó a Leo de la banda derecha y le dio todo el campo para que jugara como quisiera. El falso 9 Messi, rompió récords goleadores y maravilló al mundo con su juego. Y en parte gracias a Pep. Guardiola cambió el estilo del Barça, y ese estilo aún perdura. Pep ayer fue su propio verdugo. Durante años estuvo puliendo las armas que ayer le acabaron matando. Por eso hablamos del suicidio de Pep.

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