Puede que el fútbol se haya convertido en un negocio, pero
no deja de existir una pasión por él que puede ponerte la piel de gallina. La
cantidad de emociones que puede producir lo que rodea a 22 tíos corriendo
detrás de una pelota es impensable. Ayer lo pude comprobar, otra vez.
Emoción es llegar al estadio de tus amores, de tus sueños, a
tu hogar y verlo reformado, majestuoso, alcanzando un nivel de belleza acorde a
lo que tú crees que merece. Emoción es ver a tu ídolo perpetuado en la entrada
al campo.
Emoción es comprar pulseras de tu equipo sabiendo que ese mísero euro
hará feliz a personas que están a más de 1000 kilómetros de distancia. Emoción
es sentirse pequeño ante la grandeza de un escudo que ilumina y señala el
camino.
Emoción es sentirse de nuevo en casa.
Emoción también es palpar el ambiente de noche grande que
flota en el ambiente. Emoción es ver que un club de fútbol hace escapar de la
tediosa rutina, que la gente sale en traje de trabajar, se enfunda su camiseta
y va al estadio. Emoción es ver a un niño de la mano de su padre y oír el
“hijo, disfruta esto porque no va a durar siempre”. Emoción es ver como
40.000 gargantas se levantan y entonan a pleno pulmón un himno que les une a
todos. Emoción es escuchar la música de la Champions, saber que tu club se
codea con los grandes, siendo ya un respetado campeón cuando pocos años atrás
peleaba para subir a Primera. Emoción es celebrar un gol abrazándote a
desconocidos y ondear al aire tu bufanda, creyendo que reventarás de orgullo.
Emoción es ver como la afición ovaciona a una leyenda croata que se marchó 20
años atrás. Emoción es escuchar que un invitado se siente cómodo en tu casa
aunque se añore de la suya; “Viejo, no te lo vas a creer pero estoy en la
cancha del Sevilla y es relinda. Ojalá estuvieras acá a mi lado para verlo como
cuando íbamos a La Bombonera”. Emoción es que todo el público coree durante el
minuto 16 el nombre de un canterano que aún perdura en sus corazones, uno de
los suyos que se marchó una década atrás al tercer anillo. Emoción es ver a ese
invitado argentino celebrar el gol de su compatriota como si lo hubiera marcado
él. Emoción es ver a un japonés emocionarse cuando entra al campo Kiyotake, que
alucina cuando toda la afición le aplaude y verle lamentarse cuando falla una
ocasión. Emoción es que cambien al jugador estandarte y que todos se levanten
para cantarle de corazón y al unísono el “cumpleaños feliz”. Emoción es que
toda la hinchada aplauda a rabiar el esfuerzo y la apabullante victoria de sus
hombres cuando el árbitro decreta el final.
También es emoción que a las 11 de la noche la gente vaya a
los bares a brindar por su equipo, celebrándolo y hablando como si no hubiera
un mañana, que sí que lo habrá y laborable. Emoción es ver lo que es capaz de
unir el fútbol.